miércoles

Mamá

¡Buf! ¡Menuda emoción! Las primeras sílabas del pequeño ya han salido de su boca. Desde hace semana y media le hemos escuchado su vocecita dulce musitando soniditos ininteligibles; se trataba de sus primeros balbuceos, feliz de imitar el sonido del habla aunque sin sílabas reconocibles. Ya antes había Álvaro experimentado con su voz todos los registros posibles, añadiendo a sus escalas acromáticas caritas de "jopé lo que hago". Pero lo de ayer fue distinto. Muy distinto. El pequeño lleva un mes poniendo en práctica la llamada de la teta. Fue fácil distinguir sus gemiditos de sueño de este dulce "mmmmmmmmm, mmmmmm", levantando la barbillita y enseñando labio inferior con cara de "tenme piedad". Esa eme ha sido la clave para ascender a un estadio superior, la tecla para hacerme llorar de emoción. Añadiendo una simple vocal abierta ayer Guisantito emitió su primer ma-má. La claridad fue absoluta y testigos no faltan. ¡Mamá! ¡Dijo mamá! Hoy vuelve a repetirlo y el canalla al verme abrir tanto los ojos se ríe y vuelve a repetirlo: mmmmmm, mmmmmmmma, maaaaaaaaaaaa, ma-má

Sobre decir que hoy no hay reseña. Sólo las lagrimitas de una madre recién nombrada.

viernes

Colorín colorado (II)

No me da vergüenza reconocer que cuando Guisantito andaba dentro de mi panza, más de una noche situaba sobre mi ombligo una pequeña lucecita que desprendía un luminoso halo de colores cambiantes. A veces la dejaba allí bajo el pijama durante un rato mientras leía o devoraba una peli. Otras escondía la cabeza bajo las sábanas y decía  con voz de dibujo animado "rooooooooojo, naraaaaaaaaaaaanja, amariiiiiiiiiiiiillo, ¡qué bonito!, veeeeeeeeeeeerde, ooooooooooooooh, azuuuuuuuuuuuul..." Alguna vez papá Guisante me acompañaba. Por supuesto yo me enfadaba mucho si mentía acerca del color alumbrado, "¡no le engañes!", le gritaba. Sabía que era imposible que con sus inmaduros ojos el pequeño distinguiera los colores, pero sí que en la última fase del embarazo al coincidir el momento con que abre los ojos con una luz intensa son capaces de vislumbrarla muy levemente. La experiencia era más emocional que física, pretendía captar su atención centrando mis sentidos y enviándole el arcoiris como una Osa Amorosa, hacerle sentir que le esperaba, que le quería. Era mi momento. Nuestro momento. Numerosas ocasiones aprovechaba para cantarle, pero era usual que al final simplemente apagara toda luz y dejara aquella mágica esfera, brillando bajo mi mirada, sobre mi barriga rellena.

Éste es el recuerdo que me ha venido a la cabeza hoy al modular durante la lectura el nombre de los colores con el libro de hoy, En los cuentos hay colores, de Violeta Monreal. "Roooooooooooooojo es el vestido de Caperucita..., naraaaaaaaaaaaaaanja el del Gato con botas..." Nos ha gustado mucho esta curiosa forma de ligar los colores a los cuentos populares, la verdad. Da mucho juego para hacer el payaso en la lectura y señalar los objetos del color que se anuncia. Las ilustraciones, que en realidad deberíamos llamar collages, son originales y siempre impactantes. La mezcla de fotografía y dibujo llama la atención por su acertado contraste y convierte al libro en un cúmulo de colores brillantes muy atractivo para los niños. Álvaro lo ha observado con atención tras su siesta de esta tarde (breve siesta de veinte minutos, qué le vamos a hacer). De vez en cuando alargaba la mano y abría mucho la boca en su pose baba-de-bobo. Nos ha gustado la vibración que las dobles páginas brindaban con los colores reinantes y creo que ha sido fácil establecer una sensación a cada color aparte de captar la información sobre los cuentos: azul-frescor, blanco-frío...

Nos gusta Violeta Monreal. ¿A quién no?



jueves

Un barquito con cáscara de nuez

Increíble. El pequeño no sólo se interesa ya por los libros. Recién adquirida su destreza de asir, el tío intenta agarrar las páginas y pasarlas. Si hubiera grabado un vídeo podría haber confeccionado un montaje donde se le viera agarrar su precioso libro de baño "Los tres barquitos" con las dos manos e incluso pasar con su manita derecha sus escasas y mulliditas páginas.

Son "Los tres barquitos", además de un blando libro sumergible, tres juguetitos para chapotear en el agua. El sistema de almacenaje en forma de rejilla y con tapadera sencilla llama la atención de los más pequeños que interpretan su tacto como interesantísimo (según lo visto) y en pocos meses idóneo para poder cogerlos por sí mismo en el diminuto y divertido puerto.

Aún estoy eufórica. ¡Con qué delicadeza intentaba Álvaro coger las paginitas! ¡Con qué cara de tremenda concentración miraba las coloridas ilustraciones! Qué rebonico.

pd: ¡Gracias, Marisa!





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Tres barquitos
Beascoa, 2011



domingo

Colecciones mágicas


Hay libros que desde la primera página ya uno sabe que se van a convertir en una de nuestras lecturas preferidas. Quizá con "La coleccionista de palabras" la magia nació ya desde la portada. Sabremos sin abrirlo que esa extraña niña que atesora letras y letras ya se nos antoja simpática. Tiene la pequeña un escandaloso pelo encarnado lleno de caracoles, una divertida sudadera con capucha y una preciosa y mullida faldita. Definitivamente Luna nos cae bien.

Al pasar las primeras páginas el pequeño gran lector se encontrará con letras desparramadas que irán poniéndose en fila ante sus ojos sin dificultad para la lectura. Letras impregnadas de una sencillez y belleza que encandilarán a cualquiera que se sumerja en este libro. La historia narrada es quizá un reflejo de la insustancialidad que nos rodea hoy día pero mirada, eso sí, desde la ingenuidad y la belleza de quien sabe observar el mundo con un caleidoscopio en vez de con gafas a la moda y quiere aportar su granito de sortilegio a la rutina. Sonja Wimmer tiene en los ojos el velo necesario para colorear el aburrido avanzar de los relojes. Guisantito y yo somos fans reconocidos. ¡Qué duda cabe!

Álvaro miró atentamente las preciosas ilustraciones de este libro. Son tan rebonitas que no me extrañaría que en vez de escritor como papá nos saliera dibujante. Con libros como éste me da por pensar en todas las cosas bellas que quiero enseñarle y entonces recuerdo los versos de Joseda Espejo hablando de los placeres irrenunciables de esta vida o las razones para vivir que Allen recita en "Manhattan" (Groucho Marx, Willie Mays y el segundo movimiento de la Sinfonía de Júpiter...) y me insto a redactar mi propia lista de "cosas que he de mostrar a Guisantito". Sé, por ejemplo, que quiero pintar con él acuarelas una tarde de lluvia, encender un fuego, pasear por el Valle de Arán, ver glaciares, rebuscar libros de viejo, asistir a cientos de conciertos, aprender a tocar la guitarra, poner nombre a una mascota...



¡Le pienso mostrar tantas cosas bellas!


sábado

Libros bajo el brazo

Adelanté ya que Guisantito iba a nacer no con un pan ni con un libro, sino con tres libros.
Aquí va el primero de Papá Guisante, ya la venta en las librerías y por Internet.



El booktrailer es magnífico, profesional profesional.

El segundo se presentó esta semana. Lo pasamos genial.






El tercero salió ya algún tiempo. Es una novela juvenil cuya lectura encantará a los jóvenes más atrevidos:

viernes

Una cuestión de huevos

Leemos, claro que leemos. Leemos, por ejemplo, cómo el pollito Pío nos muestra los números y cómo la gatita Lúa nos enseña los opuestos mientras comemos. Pero también leemos libros ilustrados, ¡y nos encanta!

Al principio el pequeño lobito* bostezaba o gruñía, pero ya hemos encontrado la posición idónea para leer juntos. Cuando le doy pecho a veces le narro mientras me mira fijamente a los ojos, pero la postura que más nos gusta es compartiendo techo: boca arriba los dos en la cama. Así yo leo y él observa las ilustraciones. ¡Se queda embobado!

A lo que no nos da tiempo es a contar lo que leemos. ¡Tenemos tantas cosas para hacer! Papá presenta un libro el martes y andamos metidos en dossieres de prensa, marcapáginas, invitaciones... Además, mamá aún tiene médicos y líos.

Hoy por fin vamos a contar qué nos pareció "Tamino Pingüino y el asunto del huevo". Empezaremos por decir que este libro ya se leyó antes de aparecer en casa Guisantito. Eso sí, la lectura de ahora ha sido mucho más rica. Primero por cómo nos hizo recordar ciertos momentos de los primeros días junto al pequeño y segundo por la enorme sonrisa con la que Álvaro respondió tras la lectura a "¿te ha gustado?" Su madre casi se hace pipí de alegría. Sobra decir cómo me sentí al leer lo siguiente:

Papá y yo nos sentamos muy orgullosos sobre el huevo para empollarlo. Días tras día, noche tras noche. Fue bastante duro. Nos turnábamos para dormir.

Jajaja. Sí, el pequeño Álvaro nació de noche ya (durante un Barça-Madrid) y coger el ritmo de sueño nocturno nos ha llevado casi dos meses. El peque prefería mirar las cortinas y jugar a tener los ojitos cerrados. Y como además es comilón... ¡Imaginaos!

Creo que esta historia dará pie a muchas preguntas cuando mi precioso niño sea más grande. El libro es de hecho una motivación para la curiosidad sobre la verdad del "dónde vienen los niños". Christian Berg y Carola Holland  juegan sabiamente con las posturas habituales de negación y vergüenza de los adultos ante el tema. Suerte que la naturalidad de mamá pingüino acaba triunfando y Tamino, el protagonista, conseguirá saber cómo nacen los pingüinos y así poder reconciliarse con su chica, que lo tiene por demasiado infantil para mantener una relación seria.

Las ilustraciones llenas de contrastes cromáticos llamaron mucho la atención del enano. Blancos y negros pingüinosos y azules y amarillos llenan las páginas de esta preciosa historia publicada por Juventud.

¿Debo insistir en cómo se iluminó mi mirada cuando el peque sonrió al final de la lectura?

Y ahora os dejo, que se acaba de despertar. (Qué reguapo está, ay)



*nombre usado por su padre y cada vez más aceptado en la casa por sus lindos y habituales aullidos

A volar leyendo

Un mes. Hace un mes que Guisantito ya no da pataditas dentro de mi barriga. Un mes desde que mi panza dejó de taparme los pies. Un mes desde que dejé de imaginar cómo sería mi pequeño. 

En este tiempo la falta de sueño, la ciática, las tiritonas y otros efectos secundarios no han logrado impedir que me enamore locamente de mi precioso niño. A pesar de todos los pesares acontecidos tener a Álvaro en brazos vale todas las noches en vela (especialmente al poder sacarlo de mí en el último empujón, al verlo sonreír, al verlo dormir). 

Hoy he podido, por fin, leer al pequeño un libro de más de tres páginas. Al elegirlo tuve en cuenta su título y portada, ¿qué mejor libro para comenzar nuestra actividad lectora que con "El libro que vuela"? ¿No es la lectura precisamente eso, un elevar los pies del suelo, un apartar la mente de la cotidiano, un alejarse de la normalidad para cambiar y enriquecer nuestra perspectiva? El libro nos hace volar y el horizonte se vuelve siempre más amplio. Eso busco para mi leoncito, un mundo tan grande que no se aburra nunca de mirarlo.

Este álbum de pequeño formato cuenta con las maravillosas ilustraciones de Dautremer, siempre hermosas y acertadas de acuerdo al texto. Acompañan armónicamente a la tierna historia de Perre Laurry, que fascinará a todo lector nostálgico y todo pequeño curioso. El viento, travieso, jugará a alejar de su dueña al libro protagonista. Sus aventuras hasta su vuelta las encontraréis sin duda muy divertidas. 

Debo reconocer que el pequeño Álvaro lloró siempre a mitad del cuento (las dos veces que lo leímos), pero tras calmarlo me miraba atento, fascinado por la entonación y el pasar de páginas. Aún es demasiado pequeño para reaccionar ante estímulos mayores (los colores, la portada), pero sé que disfruta cuando le presto atención y le hablo a él, sólo a él. 

Fue un momento mágico el de leerle por fin. Vamos a intentar sacar tiempo para establecer nuestra rutina de lectura para disfrutar juntos de la palabra escrita.