domingo

Mi papá es más grande que el tuyo

De nuevo os presento un precioso librito de Andrés y Ana Guerrero. Esta vez trata sobre dos pequeños osos, que como todos los pequeños, tienden a compararse. ¿Quién no recuerda alguna conversación en el que se comparasen desde los pies hasta las profesiones de los padres? Las hay muy absurdas y suelen ser precisamente las peores las protagonizadas por niños, qué va.

El jueves me hicieron mi primer monitor. En la misma sala había otras tres gorditas. Mi madre, que me acompaña feliz a cada cita médica que puede, escuchaba la conversación con esa cara de pilla que sólo ella sabe poner. La matrona, mientras yo me adormilaba de medio perfil boca arriba, dialogaba con las otras mamis acerca del género de las barrigas, del peso y de partos anteriores. "Ésta es mi segunda niña. La primera nació con 2.800 y ésta va por el mismo camino". "Pues la mía ya pesa 2.200 y estoy de 36 semanas". La gamberra de la Abuela Guisante ponía caritas al comprobar que su nieto el Guisantito podría hacer tres de la otra niña que cercaban las cintas de los monitores. Yo no alcanzaba a darle patadas para que no gesticulara, pero les debió de quedar claro por su cara a las demás madres que mi gordo no tenía comparación, porque ni me preguntaron (y eso que ni siquiera llegué a roncar).

Las comparaciones son siempre odiosas, sí. Si me pregunta qué prefiero, si un renacuajo o un gigantón siempre responderé que depende. Depende porque prefiero que salga grandote para que no se me resbale entre estos dedos de madre primeriza. Pero, claro está, un niño de 4 kilos cuesta sacarlo, faltaba más. Veremos en cuántos gramos se queda mi pequeño (ya no tan pequeño, al parecer). Ya le he reducido el volumen de las comidas y estoy huyendo del chocolate (más por problemas de acidez que por ganas mías), no me vaya a salir disparado el ombligo y no sepa ponerlo después en sus sitio. Lo que peor llevo no es la certeza de saber que está enorme, es notar la barriga a punto de estallar. ¿Habrá alguna manera de estirar la piel? Pobre Guisantito, me da la sensación de tenerlo aplastado contra las costillas. 

Y es que toda forma de ser tiene sus pros y sus contras. Que sí, que Guisantito es enorme y será un niño grandote, pero me toca a mí sacarlo de ahí dentro (ay). Además, siempre habrá un niño más grande y mucho más guapo (¡mi sobri!) al que compararse. Pero eso Guisantito no lo sabe. Aún. Le tendré que leer el cuento de los Dos osos grandes para que vea que más vale tener en cuenta la relatividad que creernos los mejores.

Esta historia, tan sencilla y hermosa como las que suelen entregarnos Ana y Andrés Guerrero, tiene hasta sustos incorporados. Tierno y de ilustraciones entrañables, este librito de pequeño formato y páginas a prueba de niños gamberros es un delicioso regalo para los más pequeños, especialmente para los que tienden a compararse siempre.


BS: Amos Lee, Keep it loose, keep it tight 





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Dos osos grandes
Ana y Andrés Guerrero
Anaya, 2010

1 comentario:

  1. Comparar siempre es un error, cariño. Sólo una cosa ten clara: será el niño más cuidado y más querido del mundo, como lo fueron (y son) sus hermanos María y Rubén. Cada niño que llega es el universo empezando otra vez. Cada ojos que se abren en el rostro de un nuevo bebé son las luces primeras de la galaxia. Guisantito ya sabe que lo estamos esperando con ilusión y con todas las ganas del mundo.

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