
No queda mucho para convencer a Álvaro que provocar el vuelo en masa puede ser la más hermosa imagen en movimiento. Haremos palmas, bajaremos la ventanilla y gritaremos, bailaremos tontamente hasta conseguirlo. Porque las bellas manías deben ser heredadas con el encanto de la inocencia, como un ritual de descubrimiento de lo bello en grandes dosis instantáneas. Quizá Guisantito ya me intuye el rito aún no transmitido y por eso escuchó atentamente las palabras que mi imaginación añadió a "Piccolo y Nuvola", un álbum ilustrado de Emilio Urberuaga sin ningún contenido textual. Todo ilustración, este título sorprenderá por la sencillez de su composición y de cómo logra emocionar sin el uso de la palabra. El simbolismo, la fuerza del blanco y el negro y la capacidad de regalarnos todo un paradigma mediante nubes y pájaros, hacen de este libro un acierto editorial de Narval. Me sorprendió que el peque atendiera hasta la última página (no intentó comerse ninguna, ni lo cogió para girarlo, ni nada). Escuchó apaciblemente cómo yo ponía nombre a los cielos surcados por nubes negras, pájaros curiosos, aviones de guerra, humo de sucias fábricas o ruidosos barcos. Fue tremendamente hermoso ternerlo sentado sobre mis rodillas y descubrir que soy capaz de calmar sus ganas de juego a través de un libro hermoso una vez más. Y sé, vaya si lo sé, que conforme pasen los meses la lectura se hará más intensa, más voluntaria, más buscada. Ahora es sorpresa, color, curioseo, pero poco queda para ser un placer, un regalo, un rito.
Y Carlos Vudú ambientando
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