viernes

A volar leyendo

Un mes. Hace un mes que Guisantito ya no da pataditas dentro de mi barriga. Un mes desde que mi panza dejó de taparme los pies. Un mes desde que dejé de imaginar cómo sería mi pequeño. 

En este tiempo la falta de sueño, la ciática, las tiritonas y otros efectos secundarios no han logrado impedir que me enamore locamente de mi precioso niño. A pesar de todos los pesares acontecidos tener a Álvaro en brazos vale todas las noches en vela (especialmente al poder sacarlo de mí en el último empujón, al verlo sonreír, al verlo dormir). 

Hoy he podido, por fin, leer al pequeño un libro de más de tres páginas. Al elegirlo tuve en cuenta su título y portada, ¿qué mejor libro para comenzar nuestra actividad lectora que con "El libro que vuela"? ¿No es la lectura precisamente eso, un elevar los pies del suelo, un apartar la mente de la cotidiano, un alejarse de la normalidad para cambiar y enriquecer nuestra perspectiva? El libro nos hace volar y el horizonte se vuelve siempre más amplio. Eso busco para mi leoncito, un mundo tan grande que no se aburra nunca de mirarlo.

Este álbum de pequeño formato cuenta con las maravillosas ilustraciones de Dautremer, siempre hermosas y acertadas de acuerdo al texto. Acompañan armónicamente a la tierna historia de Perre Laurry, que fascinará a todo lector nostálgico y todo pequeño curioso. El viento, travieso, jugará a alejar de su dueña al libro protagonista. Sus aventuras hasta su vuelta las encontraréis sin duda muy divertidas. 

Debo reconocer que el pequeño Álvaro lloró siempre a mitad del cuento (las dos veces que lo leímos), pero tras calmarlo me miraba atento, fascinado por la entonación y el pasar de páginas. Aún es demasiado pequeño para reaccionar ante estímulos mayores (los colores, la portada), pero sé que disfruta cuando le presto atención y le hablo a él, sólo a él. 

Fue un momento mágico el de leerle por fin. Vamos a intentar sacar tiempo para establecer nuestra rutina de lectura para disfrutar juntos de la palabra escrita. 



sábado

Guisantito

Cómo ronronea, cómo busca mi voz con la mirada, sus chufletazos de cacota, sus larguísimos deditos, cómo ruge cuando pide teta, su glub-glub alimenticio, su carcajada durmiente, cómo sonríe tras un estornudo, cómo se cae a la nada y se agarra moviendo las manitas hacia el vacío, cómo mira amoroso a su padre cuando le protege de hipos, miedos y retortijones, sus chichas brillando tras el baño, cómo estira las piernecillas durante el masaje, cómo le encanta ensuciar los pañales recién cambiados, su respiración nerviosa cuando se siente inquieto, su llanto ansioso de "quiero teta y la quiero ya", sus cabezazos rápidos y torpes contra el pecho, su boquita abierta de "aún no he comido bastante", la serenidad en su rostro tras devolver litro y medio de leche sobre las cortinas de la abuela, su mano sobre el pecho de Papá Guisante (cada vez le queda menos vello pectoral al pobre), su boquita mordiendo el cuello de la camisa a su abuelo, la paz con la que descansa en brazos de María, cómo entrecierra los ojillos cuando el sol le golpea en los paseos, cómo le queda pequeña ya mucha ropa y el body le asoma por la cintura y la pernera no le permite estirar la pierna, sus tracas morenas despeinadas a lo Jack Nicholson en El resplandor, su mano en interesante pose cual escultura de Rodin, su pecho diminuto y su redonda panza respirando agitados, sus manitas, sus preciosas manitas llenas de padrastros diminutos y uñitas rotas, su orejilla peluda de mono, sus atentos y enormes ojos mirándolo todo, su nariz chata, su expresión seria de reconocimiento del mundo, su "ajoooó" de voz tierna y por hacer con la boquita abierta.

Mi Guisantito precioso.

viernes

Poema para Álvaro

UN INTENSO FULGOR

                                           A Álvaro

La espera para conocerte ha sido larga.
Sin duda te sentías muy seguro
en ese confortable nido en el que
flotabas ingrávido.

Hasta ese lugar llegarían como
sonidos lejanos el rumor de
la vida exterior,
tamizada por el útero materno.

Te has resistido a salir
del recóndito lugar, quizás
adivinando los azares diversos
que te esperaban en el exterior.

Cuando por fin, y tras una ardua lucha,
te has hecho presente,
tu mirada ha tomado contacto con la vida,
y tus ojos, tan asombrosamente abiertos,
han escrutado esa realidad externa
tan nueva e incierta para ti.

Tu padre ha quedado sin palabras
con un nudo en la garganta,
conmovido y extasiado

Tu madre, agotada por el esfuerzo,
pero intensamente feliz,
te mira con sus enormes ojos
que irradian una poderosa luz.

Yo he respirado aliviado,
por ti y por ella, y he experimentado
una sensación inefable e indefinible,
absorto ante tu presencia,
que llena la estancia de un intenso fulgor.

Al contemplarte por primera vez
mis ojos se han humedecido
y han dejado deslizar
unas breves lágrimas ante este nuevo milagro.

De nuevo mi enorme asombro,
ante la perfección de la naturaleza,
que ha cincelado tus formas minúsculas y perfectas,
tu cuerpecito, tu mirada y tus diminutas manos.

Siento una enorme gratitud
por haber tenido la oportunidad,
de presenciar de nuevo este misterio,
que nos hace reconciliarnos
con el viejo afán de vivir.

Gracias, Álvaro, por estar entre nosotros,
creando con tu presencia esa llama incandescente,
cuya huella permanecerá imborrable para siempre.


José Zafrilla (abuelo Guisante) 21 de abril de 2011