lunes

Ñam, ñam

El libro de hoy va a ser el primero en el que coincidan edad recomendada con edad del pequeño lector. "Edu tiene hambre" está dirigido a niños a partir de seis meses. Cuando descubro el dato en la contraportada me recome la curiosidad. ¿Cómo será un libro para niños tan pequeños? La segunda cosa que me llama la atención es que también casualmente, y como venía sucediendo en las últimas lecturas, coincide temática con experiencia cotidiana. Hace sólo unos días Álvaro empezó su dieta sólida. Damos gracias por mostrarse de primeras como aficionado a la cuchara; es todo un gustazo verlo abrir la boca cuando ve venir la siguiente ración. Dudo que exista un niño feo manchado entero de papilla y relamiéndose los restos de comida de las comisuras; es imposible que haya uno, ¡están para comérselos! Si añadimos a la carita salpicada de puré un bonito y enorme babero de llamativos colores tenemos una estampa digna de ser fotografiada.

Este librito de cartón duro y bordes redondeados es todo un acierto de Linne Bie. Algunos podrán ver en este tipo de volúmenes una mera estrategia comercial: aprovechar los momentos claves de los bebés para que sus padres compren ejemplares, cómo no. Y es que realmente puede parecerlo, al menos hasta que ves a tu propio hijo identificar esos primeros objetos de su día a día (trona, babero, cuchara, papilla) y riéndose bien a gusto al reconocerlos. "El pequeño Edu tiene hambre" es ideal para interaccionar con un bebé como Álvaro que anda iniciándose en el maravilloso mundo de las papillas. Las ilustraciones, de trazo sencillo y colores compactos, se presentan sobre un fondo blanco para ser reconocidos sin posibilidad de error. Los dibujos están llenos de mejillas sonrojadas, caritas redondas y felices y manos regordetas, cualidades todas que nos despiertan la ternura de las madres lloricas como yo.

Aquí os dejo una imagen de la portada. Está publicado por Juventud y seguro que os gusta. Álvaro ya lo ha probado y hasta le ha dejado la huella de su mordisco (¡con dos pequeños surcos ya!).

Y de postre, una canción de fondo:






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El pequeño Edu tiene hambre
Linne Bie
Juventud, 2010

jueves

Híncale el diente

De verdad que lo tenía pensado. Le había dado vueltas y la tenía como frase idónea para comenzar mi reseña. La llevaba todo el día en la cabeza y cuando fui a escribir me di cuenta de que ya no me servía. Y mira que era perfecta, iba a empezar la entrada diciendo "Álvaro no tiene dientes, pero le encanta el Ratoncito Pérez". ¿A que era genial como principio? Pues ayer tarde, durante un paseo con mi suegro, Álvaro me mordió en un dedo y lo estropeó todo con su diminuta ferocidad clavada en mi carne. Su risa tenía un afilado azahar que me hizo dar saltos de alegría. ¡Su primer dientecito! El bocado se tragó mi inicio de reseña, pero, ¿qué más da? Es adorable ver el brillo blanco en su sonrisa. Me inventaré otro principio y ya está. Por ejemplo, hablaré sobre las casas de muñecas, sin citar a Ibsen, pues quedaría pedante. O no, mejor hablaré de cómo recuerdo que Ratoncito Pérez me regaló mi primera cámara de fotos. No me convence. Ya sé: hablaré de los sentimientos que me despierta sumar la idea de Ratoncito Pérez a la idea de esa personita que hemos traído al mundo. Sí. Me gusta. Eso voy a hacer. Empiezo.


Todo lo que pasa por mis manos o cruza mi mente pasa siempre ahora por la curiosidad de imaginar cómo será para Guisantito hacer esto o aquello, viajar a tal sitio o comprarle tal cosa y ver cómo reacciona. Por ejemplo, París ahora es la admiración de Álvaro al ver la altura de la Torre Eiffel, un helado en el súper es la cara que pondrá al probar por primera vez el chocolate y una melodía en la radio es la pregunta de "¿qué cantaremos cuando vayamos juntos en el coche?". Ese tipo de curiosidad se corresponde con las ganas de experimentar nuevas primeras veces con el pequeño: el primer baño en el mar, su primera papilla, su primer columpio... Y me da por pensar que tras la primera vez todo ha de seguir siendo tan intenso. Semana a semana, día a día, la complejidad de sus movimientos, la atención hacia todo, la intensidad con la que recibe cada estímulo parece crecer imparable. Arrastrarse como una lagartija, mantenerse sentado, pasar objetos de una mano a otra, levantar el culete a cuatro patas... Cada movimiento nuevo es un prodigio, pero siempre un escalón para seguir subiendo. No quiero olvidarme de estas ganas de verlo mirar cada objeto, de disfrutar cada instante. Pronto la satisfacción de comprobar sus progresos las podremos compartir con él, pues ya no será bebé y su comprensión de los acontecimientos llegará, aunque limitada, a reconocer la novedad. Ayer le salió su primer diente y en poco tiempo (digo poco porque esto parece correr más de lo que quisiera) se le caerá su primer diente. Me atemoriza a veces la velocidad con la que crece y aprende. Me apasiona descubrirlo, ser testigo.


¿Cómo será este pequeño al que comencé a llamar Guisantito un día cuando diga su primer diente de caer? Algo quedará del bebé que ahora es, que balbucea dulcemente al despertarse, que dice "mamá" cuando tiene hambre, que me araña la cintura cuando toma pecho. A ese vértigo temporal me he asomado con el libro que hoy reseño: "La fantástica historia del Ratoncito Pérez", publicado por la editorial Beascoa. Los dedos del pequeño son aún torpes para jugar con las figuritas y detalles de esta edición de la clásica historia del recopilador de dientes más pequeño del mundo, pero el texto le ha encantado. Viene de la mano de Meritxel Martí y contiene tiernas ilustraciones de Xavier Salomó, con dulces degradados que tornan el ambiente mágico de esta historia en un lugar apetecible. ¡Dan ganas de volver a tener dientecitos de leche! Pero este libro es más que un libro, además del cuento de cómo Pérez se convirtió en el más famoso ratoncito y más adorado por los niños, encontramos, a modo de casa de muñecas, un escenario con cuatro habitaciones donde jugar recortables. Hadas, niños, papás, árboles, gatos y ratones podrán ser objeto de juego tras leer esta historia mágica. Resultan geniales también las instrucciones que facilitarán a los niños la bienvenida del ratoncito (ponerle algo de queso y agua, no acostarse tarde) a lo que se suman dos detalles utilísimos: un avisador para la puerta del niño desdentado (donde pone "'¡Es aquí, Ratoncito Pérez!") y una diminuta bolsita para guardar el dientecito bajo la almohada. Sin duda el resultado es mucho más que un libro: toda una invitación troquelada al juego y la lectura. 





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La fantástica historia del Ratoncito Pérez
Meritxel Martí y Xavier Salomó
Beascoa, 2011

viernes

Lejos de mamá

Esta semana esta siendo sin lugar a dudas una semana de novedades.

El martes comenzó Guisantito su curso de natación para bebés. Sobra decir lo monos que están todos los bebotes en el agua, salpicando y moviendo las piernecicas. Álvaro estaba para comérselo, mojadito, con las chichas brillantes y las pestañas húmedas. La novedad le hizo estar pendiente de cada detalle y mostrarse algo serio, pero el jueves, ya más suelto, decidió reírse a carcajadas e investigar todo lo que se le pusiera a su alcance. Las actividades no le motivaron mucho (eso de colar los preciosos aros y peces de colores en un palitroque era demasiado, ¡él quería coleccionarlos todos!), pero sin duda disfrutó muchísimo.

Este fin de semana vamos a comenzar con los cereales. Aún no tiene los 6 meses y vamos a seguir con la lactancia materna hasta que sea posible, pero tenemos la sensación de que se queda con hambre, y lo que es más importante, de que está preparado para dar el siguiente paso en las sesiones alimenticias. Cuando nos ve comer desde su trona, paladea y nos mira envidioso, alargando las manitas. Al darle agua con una cuchara el tío abre la boca al verla venir y saborea con gusto la novedad del utensilio (¡hasta mastica el metal!). Mañana comenzamos. Poco a poco. Ya os iré contando.

La última novedad va a ser su primera noche fuera. No es que los amigotes del cole le hayan invitado a pasar un fin de semana en la playa (todo se andará), va a quedarse con mis padres una noche, ¡esta noche! ¿Superaré la dependencia? Ya tengo el frigorífico lleno de tarros de leche materna (de mi leche, vamos) y su mochilita lista: pijama, ropita de recambio, juguetes, pañales y su libro, el libro que hoy reseñamos, Un beso para cada noche. 

Este original libro de Ana Galán está pensado para cuando papá o mamá no van a estar en casa para darle las buenas noches a sus pequeños. Para recordarle al niño que aunque no están le quieren mucho, este título tiene siete besos metidos en sobres para acercarlo a la mejilla del pequeño cuando es la hora de acostarse, uno para cada día, junto a siete poemitas cortos con rima pegadiza.

Las ilustraciones de Luján son especialmente tiernas, pequeños animalitos preparándose para dormir. Ositos, perritos, conejitos, todos esperando su beso de buenas noches. Sus páginas de cartón grueso han gustado bastante a Álvaro, bastante no: ¡mucho! El tío reptaba hasta el libro en su alfombra nueva hasta tenerlo a su alcance y poder mordisquearle las esquinas, el muy granujilla.

Termino dirigiéndome a los abuelos: si queréis ponerle fácil a vuestros hijos el dejaros a los nietos, éste es un libro idóneo. El juego de los besos en sobres sorprenderá a los pequeños y encantará a los grandes. Además, las rimas son monísimas y está ilustrado con deliciosa exquisitez. Eso sí, quizá necesitéis algo más para convencer a las madres dependientes de sus hijos. Mi padre directamente no nos ha dejado otra opción, jeje.