viernes

Tristes pérdidas

Hoy hemos nadado solos. Poco a poco las gorditas se van dando de baja en el curso de natación para embarazadas. El frío tampoco anima a seguir nadando y menos con más de seis meses de embarazo. Hoy estábamos solos Guisantito y yo en nuestro carril para futuras mamis. Tristemente solos. Ha sido el día más frío del otoño y viernes de puente escolar. Los carriles estaban bastante desiertos.

Antes de empezar mis largos he sabido que una compañera del curso ha perdido a uno de sus mellizos. Siete meses. Siete meses imaginando su carita, buscándole nombre, comprándole ropita y pensando en cómo iba a apañárselas con dos bebés. Pero ya sólo tiene uno. Triste y solo. Y en casa se encontrará ahora con cunas dobles, carrichoches dobles y ropita rosa y azul. Pero el azul lo usará su niña.

Mientras nadaba iba pensando en las posibilidades, en el destino, en la tristeza y en la suerte. Guisantito ha de comprender que no todo sale siempre como esperamos y que en ciertos momentos no sirven ilusiones ni rezos, sólo fortaleza para tirar "palante".

Hoy el frío acerca la parte más melancólica de la Navidad: los recuerdos. Cada cual va sumando con los años experiencias tristes y quien llega nuevo al mundo habrá de vivir las suyas propias. De nada sirve esconder la cara triste de la vida. Afrontar las circunstancias difíciles desde pequeños sin paños fríos ni mentiras nos hacen, ojalá, más fuertes.

Me gusta decir la verdad a los niños. Hay formas y formas, eso es cierto, pero la verdad, incluso cuando es traumática, no debe evitarse. Abuelo, ¿dónde estás? interpreta una realidad dura y más desde la perspectiva de los más pequeños: la pérdida de un ser querido.

Ante un divorcio o una muerte, los niños tienden a sentir culpa y ciertos remordimientos. Para ellos son el centro mismo del mundo, todo gira alrededor de su ombliguito y la conclusión más fácil a la que llegan es que cuando un suceso así acontece, ellos han tenido algo que ver.

El protagonista de esta historia no es distinto, sufre al no encontrar a su abuelito a la vuelta de una excursión. Primero piensa que está jugando con él al escondite, pero al saber que ha salido de viaje, un viaje muy muy largo, comienza a recordar cómo ha habido veces que no ha actuado como debería. Piensa entonces que su abuelo puede haberse enfadado porque siempre se mete el dedo en la nariz, le roba la dentadura postiza y se equivoca con las sumas. La madre, al comprender que la mentira le está haciendo más daño a su hijo que la dura verdad, decide explicarle qué ha sucedido.

Nos dejamos llevar por una visión de adultos (sosos, poco creativos, marcados por las convenciones, con miedos constantes) y olvidamos que los niños tienen una casi ilimitada capacidad de aceptar la realidad. Son muchos más flexibles ante los cambios. Querer evitarles siempre el dolor puede convertirlos en cobardes o peor, en incapaces para tolerar la frustración y la tristeza.

A pesar del tono trágico de fondo (que el adulto capta de manera más intensa que el pequeño) Elisa Mantoni ha tratado con fresca originalidad tanto su forma como su contenido. Las ilustraciones son monísimas. Nos ha encantado la cabeza del personaje (¡parece una calabaza!) y la naricilla de su querido perro resulta encantadora. La técnica de ilustración me ha encantado gracias al montaje sorprendente de elementos en sus páginas.

Muy recomendable, sin duda.




BS: I don´t sleep well, Hello Safaride


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Abuelo, ¿dónde estás?
Elisa Mantoni
Everest, 2010

3 comentarios:

  1. Tu compañera de piscina ahora podrá querer el doble al más hermoso de sus hijos: el que la mirará a los ojos. De vez en cuando hay que releer la "Oda a la tristeza" de Pablo Neruda: es un maravilloso escudo contra la melancolía. El guisantito terminará su cocción perfectamente. Te lo garantizo.

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  2. Supongo que cada cual te contará su película, pero para mí la paternidad significa, entre otras cosas, el aprendizaje del miedo, ver crecer a lo bestia los niveles de miedo y convivir con él, pelearme con él, darme cuenta de que no pasa nada con él, emborracharlo y montarlo dormido en un Talgo, etcétera. Soy la última persona en el mundo que debería dar consejos sobre paternidad y tal, pero es que tu post circula por lugares bastante conocidos para mí y pensé: vale, ésta te la sabes, manda tu mensajito de ánimo y despídete con elegancia. Pues eso. Besos para el guisante.

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  3. Guisantito recibe tus besos con el cariño que ambos sabemos que mandas, Joseda.

    Gracias por compartir tus palabras con nosotros. La experiencia es más sabia que cualquier consejo, y ambos sabemos que, a veces, sabia a la fuerza.

    Besos a tu descendencia. No, mejor os mando sonrisas. ¿Qué mejor deseo que un Miguelito sonriendo "battles the pink robots"?

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