Para entretenernos y apartar de la mente la pérdida leemos en la cama "Sonidos de la granja". La única pega que encuentro a este divertido libro con sonidos es no ver ninguna vaca entre sus páginas, el animal favorito de mi sobrino G. Y es que no podía olvidarme tan pronto de cómo ayer, esperando el final de homilía en un parquecito, escuché la primera palabra de este rubio encantador. "Vaca". Jajaja, qué bonico. Ahí no había arbitrariedad como en el "ma-ma" de Álvaro, sino la destreza lingüística de mi sobrino. Siempre le han llamado la atención estos animalitos a manchas y así lo ha demostrado nombrándolos precozmente.
Fisher Price y Beascoa organizan en este volumen una visita al campo, a una granja llena de sorpresas, con puertecitas y animales escondidos. Redondean el libro un piano de botones fáciles de pulsar: risas, mugidos, píos-píos y otros sonidos varios. No negaré que leí estas páginas como la gran payasa que me propongo ser cuando juego con mi niño. Vocecitas, gestos, movimientos de páginas, ventanitas mágicas... Todo ha de ser una fiesta cuando acudimos a nuestra hora de la lectura. Y con "Sonidos de la granja" es fácil divertirse; todo da la oportunidad para el juego y la sonrisa.
Si del día de ayer me quedo con la "vaca" de mi sobri, el primer columpio de Guisantito (¡qué emocionante!) y los abrazos de la familia, de la pérdida de estas dos mujeres magníficas me quedaré con el aprendizaje continuo al que me insto hasta acercarme a su fuerza vital y su alegría constante.