En las páginas de Los amantes mariposa un carro en movimiento parece haberse detenido para dejar un silencio oportuno a los protagonistas que dialogan, los viandantes de un mercado congelan generosamente sus sombras y conversaciones para respetar un tierno abrazo e incluso la lluvia parece detenerse al llegar a los kimonos blancos para alargar el momento y aportar intensidad a la acción narrada.
El blanco atrae la mirada del lector para empañar con tibieza y un aura sosegada cada ilustración. El claro del crepúsculo, la luz de un kimono o el rostro empolvado de una joven tornan cercanos sus dibujos irradiándolos de cálida y tranquila solemnidad. El ritmo es lento en sus colores y la lectura se ve atrapada en este tempo nada propio de Occidente.
A Guisantito le ha encantado jugar con el troquel de las guardas del inicio. Está tan precisamente elaborado que nadie podrá enredar sus deditos y estropearlo. Su apariencia (engañosa) de fragilidad nos presenta un misterio velado, unas pequeñas mariposas que aletean cabe la luz de un farolillo de papel. En el amor somos todos un revoloteo ciego, la luz nos atrae pero nos exhibe, nos pone en peligro ante nosotros mismos.

Leyendo estas páginas comprendía que era mi experiencia la que me llevaba a intuir la tragedia del relato. Guisantito no podía captar ningún desenlace triste porque nada conoce todavía que le lleve a pensarlo. Él habrá de conocer la luz y la sombra por sí mismo y poco podremos hacer sus granjeros (mamá y papá Guisante) para evitarlo.
Hermoso libro. Sin duda.
Precioso.
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Los amantes mariposa
Benjamín Lacombe
Edelvives, 2009
Música: Aisha, de Ashkhabad
Bellísimo, sin duda.
ResponderEliminar¡QUe libro tan precioso! no lo conocia, Marta. Al parecer el tal Bnejamín tiene un montón. Lo seguiré.
ResponderEliminarAlfredo M.