domingo

¡Todos para uno y...!

Empecemos aclarando que este libro no es apto para los que rechazan las adaptaciones de clásicos. ¡No iba a leerle Los tres mosqueteros original al pobre Guisantito! La gran desventaja de las adaptaciones consiste principalmente en la reducción del texto (y la simplificación del léxico en la mayor parte de los casos). En esta ocasión Rafael Ordóñez facilita la digestión de la historia a los lectores más pequeños (vale, Guisantito ya no es tan pequeño, ¡pesa 1.700 gramos!).

Hemos echado de menos más choques de mosquetes y persecuciones más intensas, pero creo que el pequeño ha disfrutado oyéndonos (sí, sí, en plural) gritar la famosa proclama de "¡Todos para uno y uno para todos!". Y hablo en plural porque Papá Guisante ha asistido por primera vez a una sesión de lectura. No quiero ni pensar lo que se le cruzaba por la cabeza cuando me escuchaba explicarle a la panza que los de oscuro eran los malos, sugería que me encantaban los caballos gorditos de las ilustraciones o asentía con frases como "sí, claro, eso es una vaquita. ¿A que es mona?".

De las ilustraciones de Subi nos quedamos con los animalitos y las narizotas de algunos personajes. Los acabados resultan muy apropiados para la historia y el juego con elementos como cortinajes y bóvedas, escaleras y puentes, aportan una equilibrada estructura, muy armónica y atractiva al ojo del lector.



Banda sonora a cargo de Madrugada (Majesty)


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Los tres mosqueteros
Lumen, 2010

miércoles

Una farsa en cinco actos


Es necesario a veces un poco de tiempo para ordenar los pensamientos. Se avecina un acontecimiento totalmente nuevo y desconocido, un prodigio sorprendente e imprevisible. Admito que hay ocasiones en las que me aterra pensar en lo que puede pasar: por eso pasan días y días en los que no escribo. No pensar aleja los monstruos de la mente, pero no los espanta totalmente. Al final me veo conducida a expresarlo: tengo miedo. He sido muy fuerte hasta ahora, pero los advenedizos ladrones de sueños están ahí fuera a la espera de cazarme la ilusión. Yo soy más fuerte, no tengo ninguna duda. Con este párrafo me enfrento a los monstruos de dientes afilados y los ahuyento. Soy más fuerte que el imnsomnio (he comprobado que con levantarse de la cama y alimentar a la fiera de mi estómago el cuerpo enseguida me pide almohada). He superado sin complicaciones un virus estomacal (con una histérica experiencia con el termómetro digna de grabar en vídeo), he superado momentos de pies hinchados, dolor de espalda y cansancio extremo y aquí me mantengo: más fuerte que nunca. Con mis ejercicios de respiración (que intento que se parezcan en lo posible a aquello conocido como "relajación para gorditas", "sofrología para embarazadas" o "aprende a respirar con tu nuevo cuerpo en pos de un parto mejor"), con mi yoga diario (¡a pesar de mi barrigota cada vez tengo más equilibrio!) y mis tres canciones al día de baile (más puede conmigo) parece que vuelvo a recuperar el tono físico. Y la fortaleza mental. Celebrémoslo con nuestro famoso grito de guerra: ¡Superpanci! 

Y para días extraños libros extraños. Hoy visitamos una peculiar obra de teatro ilustrada. Dautramer nos quiere convencer de que es sólo la traductora de una obra original del moldavo Dragoljub Zlahtrkjrswnvkke, y Guisantito le cree a pie juntillas, pero yo ya no soy tan ingenua, ¡no me creo ese apellido, cariño! Esta farsa es de arriba a abajo un libro magníficamente confeccionado como tal: las mismas guardas son falseadas reproducciones de críticas teatrales, de folletos de la obra y carteles del estreno. Cada dato (labrado con surrealista acento) se incorpora al significado de la obra aportando destellos mágicos que Guisantito no llega a comprender pero que le hacen abrir la boca. El pequeño pronto ha entendido que, aunque el reparto se conforma con actores de carne y hueso, los personajes van disfrazados de animalitos. Así la actriz que interpreta a la mariquita porta un bello vestido, abombado para aportar su redondez encarnada. El inconveniente es que, por ejemplo, el actor que hace de erizo es persona, erizo y además boa constrictor, pues es un actor disfrazado de animal disfrazado. Ya, sé que es un lío, pero un lío precioso. Os encantarán las ilustraciones donde se observan a personitas metidas en dobles disfraces. Mi favorito es Mosquito: ¡me encantan sus alas vaporosas! 

Lo comprenda o no totalmente Guisantito lo cierto es que todo le ha asombrado: los extraños diálogos, los a veces grotescos dibujos, la peculiar manera de presentar el escenario (las acotaciones son auténticas delicias minimalistas repletas de piedritas y gramíneas)...  Y todo con el ingenio de no limitar la expresión, ni visual ni verbal. Humor, sencillez y originalidad serán palabras fácilmente aplicables a esta obra que resulta toda una delicia. Quizá porque en el fondo, a pesar de sus extrañas formas, el lector ha de darse cuenta de que sus personajes se dibujan identificándonos a todos. Somos títeres disfrazados que a veces perdemos la noción de quién maneja los hilos, cuál es nuestra identidad, quiénes quisiéramos ser, quién conviene que nos ayude a conseguirlo y, en fin, un sin fin de preguntas que Dautremer plantea (o no, pero yo así lo veo) desde sus preciosas ilustraciones en cinco actos.

Guisantito, después de esto pasamos directamente a Alfred Jarry y Ionesco, ¿qué me dices?





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Banda sonora: las voces de Benjamin Biolay y Chiara Mastroianni en La ballade du mois de juin




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La tortuga gigante de Galápagos
Rébecca Dautremer
Edelvives, 2006

domingo

Abuelitos

Un libro para leer con la boca abierta. Y no exagero: me he sorprendido  en varias páginas con los ojos como platos, carilla feliz y la boca de par en paaaaaar. Y no, no es por el resfriado que no llega a quitarse que no pueda cerrar la boca; sólo hay que verme la cara de admiración a cada párrafo, a cada idea genial, a cada precioso detalle de este libro escrito por Marta Gómez. Y las ilustraciones... Qué decir de Carla Nazareth y del acierto de sus dibujos.

Imposible resumir. Casi prefiero enumerar los elementos que hacen explotar mi imaginación y me despiertan la melancolía. Empiezo, por ejemplo, con las descripciones tiernas del concepto de nana, el recorrido por la semántica del abanico (que mi abuela María sabía mover como nadie aunque ignoro si conocía el significado de sus movimientos), el encanto de un Abuelo Geógrafo y sus postales, el recuerdo que me despierta Abuelo 4x5 de cuando José María me enseñó un verano las tablas de multiplicar o la imagen de la bovina de hilo girando en la máquina de coser o de lana en el delantal de mi abuela Pascuala. Las partidas de cartas, las canciones tarareadas durante la limpieza, los paseos por el jardín con comida para las palomas, los bailes improvisados, los cuentos... Incontables son los recuerdos. Y todos preciosos.

Quien más quien menos todos encontrarán un detalle que, además de maravillarle, logre hinchar el bucle de la memoria. Lástima que muchos, tuviéramos Abuelos Periódico o Abuelas Baúl en su momento, reconozcamos como nuestros a los Abuelos Estrella, allá lejos en el cielo, siempre presentes, siempre brillando, pero lejos. "La verdad es que los abuelos siempre son estrellas: tienen luz propia, iluminan el espacio y su importancia es tan inmensa que llena todo el firmamento". 

Banda sonora: María de la O por Diego el Cigala




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Un mundo de abuelos

Marta González y Carla Nazareth
Comanegra, 2010


sábado

Besos y otros achuchones

Monísimo.

Yo, tan mimosa y tocona, ¿qué puedo decir de un libro que narra diversas explicaciones del origen de besos y achuchones? Carmen Gil ha sabido ofrecer al lector datos ilustrativos que despiertan la curiosidad tanto a niños como a mayores. Las costumbres de los nómadas africanos, los besos rusos, esquimales, las pautas de contacto de los orientales... Aunque muchos padres conocieran datos incluidos en estas páginas, seguro que a los más pequeños les sorprende descubrir que en ciertas tribus del desierto se abrazaban para comprobar que los otros no portaban armas. Pero no os quedéis en la información aportada: lo importante de este libro es su carácter reivindicativo de abrazos y besitos, no os equivoquéis. Alguno podrá añadir que la diversidad de anécdotas aportan perspectiva y nos acercan a otras culturas, pero dicho así no quiero que penséis que se ha buscado los valores de interculturalidad de manera simplona, ni mucho menos. 

Las ilustraciones de María Teresa Cáceres son divertidísimas. A Guisantito le encanta el aspecto del abuelo cuando viste de viajero  y los ojillos de los esquimales de la historia. Yo me quedo con el final del libro (¡que no pienso contar!). Qué le voy a hacer; en el fondo soy una romanticona.

Ay. Qué ganas tengo de sobar las chichas de mi pequeño (porque va a tener chichas, qué duda cabe).
No puedo evitar las palabras de mi cuñado JF cuando afirma que cuando él sea padre, tendrá que dejar de trabajar para sobar cada minuto a su bebé. Me encanta la imagen. Decidme: ¿hay límite de tiempo para mirar a un niño durmiendo? ¿Hay algún régimen establecido para el número de besos ? Me encantará superar todos los récord con Guisantito. Dentro de la legalidad, claro. 






Banda sonora: Deolinda y su Fado toninho
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¿Por qué nos damos besos?
Carmen Gil y María Teresa Cáceres
Parramón, 2004

viernes

La importancia del idioma

Hace algunos días que no he podido subir nada al blog. Ando poniendo orden en armarios y estanterías y acabo sin aliento y sin ganas de nada. Eso no significa que no lea a Guisantito (faltaba más). Sigo buscando un ratito al día para leerle pues a ambos nos encanta esos minutos de comunicación "pancil". Ya he comprobado que es sobre todo tras las comidas cuando suele despertarse y también es cuando yo aprovecho para hacerle llegar mis palabras mientras él alborota entre mis órganos internos. Es siempre inesperado y prodigioso sentir sus pataditas (¡y puñetazos!). Hoy me ha pegado tal meneo que le he amenazado con un "¡Ya verás cuando salgas de ahí!". 
Sigo cansada; cada vez más. En la piscina lo noto enormemente pues tengo que recuperar fuerzas (y sobre todo aliento) a cada largo. Lo que no entiendo es que me falte el aire durante una conversación y después pueda pasear sin problema (al menos hoy no me he fatigado tanto como otros días). Eso sí, alejad de mí cuestas y escaleras pues me da algo. No llego a comprender cómo me ahogo con el mero esfuerzo de comer, ¿qué ejercicio realizo, a ver? 

Extraño este cuerpo que sigue cambiando cada día. Mis encías siguen sangrando cada vez que me acerco al cepillo de dientes (creo que incluso sangran antes de entrar en contacto). La acidez y el ardor ya son un continuo que confundo con la normalidad. La espalda se queja por el cambio de mi punto de gravedad. Los pies me matan con zapato plano, si no ando o si ando más de 10 minutos. A pesar de los mocos sigo teniendo náuseas con ciertos olores. Incluso con cremas veo ya las primeras estrías en mi piel. Tengo sueño todo el día y mi humor es para salir corriendo. Pero, ¿y qué? Ya me he acostumbrado y son nimiedades en comparación con la felicidad tontucia que siento (tendrían que verme sonreír mientras me miro la panza).

Hoy he encontrado entre mis libros el Premio de Ilustración de SM de 2007 concedido a Imapla. Me encantaron en su momento sus gruesos contornos llenos de gracia y más me han gustado ahora que los miro con ojos infantiles. La sencillez de su propuesta es su punto fuerte pues texto e ilustración se vuelven uno y llegan al lector de forma directa, ingenua pero llena de simbolismo. Junto al negro de los contornos encontramos en este libro únicamente los colores del parchís. Eso ayuda a las mamás que quieren identificar a cada pájaro y narrar lo que sucede en las ilustraciones: "¡Anda! ¿Qué le ha pasado al pájaro rojo? El leñador ha cortado su árbol. ¿Y qué ha construido? Vaya, parece que es un edificio. Sí, también es rojo, como lo era su árbol. Ahora va a tener que dejar de vivir en su rama y subirse al tejado. Pobre. Ya no será lo mismo."

Podéis imaginar lo que ha disfrutado Guisantito con mi pronunciación de las onomatopeyas del álbum. ¿Habrá mamá guisante que imite mejor que yo las sirenas de las ambulancias y los "bruuuuuuuuuumms" de los coches?

Si sois seguidores de la buena ilustración actual y buscáis una historia comprometida con el medio pero sin llegar a las cursilerías baratas, este libro os gustará.



Banda sonora: Dulce Pontes y su canto a Cinema Paradiso




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Los pájaros aprenden idiomas
Imapla
SM, 2007

martes

Hora de comer

Siempre es pronto para echar las campanas al vuelo. Prometo no volver a presumir de un embarazo estupendo y mucho menos a decir que las náuseas quedaron atrás. ¿Por qué me hacéis esto, hormonas? Sí, anoche volvió a demostrarse la fuerte carga genética de Papá Guisante en mi tripa y su desapego al pescado. ¿Qué puedo hacerle yo, que me creía totalmente a salvo de ascos y angustias?

Se ponga como se ponga, Guisantito aprenderá a comer de todo desde pequeño (de hecho ya lo estoy intentando convencer cuando me deja). No le daremos a elegir, lo involucraremos en la compra y preparación de comidas y prepararemos recetas divertidas. Lo acostumbraremos, por ejemplo, al aspecto de los gazpachos manchegos y al sabor del curry, a los batidos de apio de Abuelo Guisante y a las naranjas que tan concienzudamente pela Papá Guisante.

Nico y las recetas asquerosas será un libro que quizá ayude. Estaréis imaginando que soy una cocinera horrible (y no ando muy lejos tampoco), pero ceded un poco de confianza a mis platos. El libro de Alejandra Vallejo-Nágera (con ilustraciones de Juan Ramón Alonso) es un acercamiento a la interculturalidad gastronómica y a acrecentar la perspectiva alimenticia de los propios pequeños que suelen acostumbrarse a comer siempre las mismas recetas.

Nico es un niño cocinero que, junto a sus amigos, ayudará al señor Tripatriste para evitar que su negocio no se vaya a pique. Para evitar que los clientes de su restaurante huyan todos al local de enfrente, Nico decide rescatar con su personal toque recetas "deliciosas" de todas partes del mundo, desde Groenlandia a Perú. Así, recetas imposibles (¿cómo sabrían las croquetas de dragón?) se mezclan con otras un tanto repulsivas (puré de mosca). Pero el público, al parecer, busca originalidad en el menú y llamará su atención las nuevas recetas que Nico prepara con esmero: rabo de mono, sesos de urraca, verrugas de bruja, albóndigas de oso polar...

Original y divertido, este libro aporta en su hojas finales sugerencias para enseñar modales a los niños en la mesa y que aprendan a comer de una manera responsable. Por cierto, no penséis que pretendo alimentar a Guisantito con ojos de sapo, aunque admito que a mí alguna vez me gustaría probar la carne de serpiente o las hormigas fritas (la primera tengo la impresión que sabrá mejor que la sepia y las segundas estarán crujientes como cereales de chocolate de arrocito). ¡Qué hambre me está entrando!



Banda sonora: Tindersticks con imágenes de La chica del puente.


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Nico y las recetas asquerosas
Alejandra Vallejo-Nájera y Juan Ramón Alonso
Espasa-Calpe, 2009